Escucho claramente tu voz. Puedo verte haciendo lo cotidiano.
PRIMERAS HORAS DEL DÍA
Creo que sigues aquí y luego caigo de nuevo en la realidad, ¿cómo fue posible?
Aún no lo concibo. Cada día llego a casa esperando cruzar la puerta y verte recostado en la cama, tu cama que ahora es mía, pero preferiría siguiera tuya.
No imaginas cuánto te extraño. El dolor no cesa, está alrededor de un hueco profundo imposible de tapar. Todo esto pasó en un segundo, sentí desmayar mi cuerpo cuando escuché que estabas muerto.
Me siento rota, pero recojo mis partes para quedar justo como me dejaste: entera.
Lo tuve todo, absolutamente todo. ¿Y ahora? Tengo todo, completamente diferente. Es difícil asimilar la ausencia en este plano, tu falta.
Apenas estoy en los veintitantos, ¿quién lo diría? Imaginé que la despedida sería en un futuro muy lejano, nunca tan pronto, jamás el mes pasado.
He seguido con mi vida, voy al trabajo, hago lo mío. Salgo, escribo, leo, cuido a mis madres, continuo siendo yo, pero sin ti.
Daría todo por verte, abrazarte y decirte cuánto te amo. Ay, papá, ojalá volvieras y esto fuera uno más de tus viajes a congresos. Ojalá, ojalá, ojalá… el futuro se desdibuja entre anhelos.
Me dueles, me duele la espalda. No puedo dormir del todo, aguanto las lágrimas. Muero por despertar de la pesadilla con olor a muerte.
¿Algún día me visitarás en sueños?, ¿vendrás a platicarme? Necesito el amor, apoyo, confianza, consejos y detalles que me brindaste día con día. Pasado simple, pasado perfecto, pasado a fin de cuentas.
Sé que has mandado ángeles, personas extraordinarias. Te pienso observándome, siendo un guardián volando a mí alrededor.
Me gusta la idea esta… ¿cómo dice? ¡Claro!, de otra dimensión en donde volvemos a vernos, en donde la eternidad es medida por el tiempo juntos.
Te amo, papá; te amo y extraño. Una vez más, vuelve, te lo pido por favor. Aparece. Vuelve. El consuelo manteniéndome viva es haberte dado aquella inmensa alegría.
¿Será posible? ¿Tu misión fue dejarme como regalo al mundo o ayudarme a ser la mujer del presente? Suena egoísta. Eras bueno con todos.
No defraudaré el esfuerzo, ni tu compromiso conmigo. Tampoco la sonrisa de aquella mañana cuando viste tu trabajo materializado.
HORAS MÁS TARDE
Papá, vuelve, por favor. (Me) Estoy perdiendo, no controlo ninguna emoción. Estoy bien, estoy mal. Te necesito.
Pienso «si estuvieras vivo, nada de esto me pasaría». Me siento tan desprotegida, quiero un abrazo todo el tiempo, que alguien me diga “todo estará bien”, pero sé que no funciona de esa manera.
Perdón, papá, intento ser fuerte, seguir hacia adelante, pero también me empujo para la deriva. No quiero estar aquí, quisiera verte. Todo era tan maravilloso cuando estábamos juntos.
Ahora solo hay dolor, papá, vuelve. Todas te necesitamos tanto, quiero despertar de la pesadilla.
La esperanza de verte sentado y escucharte decir «¿Cómo te fue?», de saberte bien, vivo. Significa que no acepto la realidad.
¿Era necesario irse tan pronto? Papá, ya no quiero vivir así, sin ti.
Siento la orfandad cubriéndome, a veces, la envidia hacia los vivos me corroe y otras del coraje por ver cómo desperdician el tiempo.
¿Qué no daría por tenerte cerca? Daría todo para que vivieras.
¿Algún día volveré a sentirme completa?, ¿plena?, ¿feliz?
¿Cuándo pasará…? Demasiadas preguntas al futuro inexistente. Eso aprendí. El futuro no existe, pero la idea de él pude controlar nuestro cuerpo.
DÍA SIGUIENTE
Lidiar con la muerte es como ir solo a los columpios. Te empujas fuerte para estar en lo alto, pero caes rápido. Lo haces de nuevo, entonces, pasas el tiempo balanceándote sin llegar a ningún lado.
Nuestra especie por sí misma aprendió a sobrevivir gracias a otros, pero nunca hemos aprendido a soltarlos.
Papá, ¡espero tu visita!
Pero adivina. Puedes saltar del columpio y caer sobre la realidad, para darte cuenta que el presente, que los vivos, son el suelo firme sobre el cual debes andar.
Una respuesta a “Crónica de una muerte cercana”
[…] la herida, que por cierto, escribí como método terapéutico y funcionó. Se tradujo en una carta íntima, […]
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