Mentiría si negará lo romántica que soy, dispense usted querida lectora, pero crecí viendo parejas estables, claro, excepto por mis progenitores.
No era de sorprenderse mi cursilería temprana, emocionarme por el beso del verdadero amor y cantar a todo pulmón música para enamorados.
Aunque, seré sincera, el amor no era lo que más anhelaba, sólo sabía que algún día quería encontrar a mi «media naranja».
Honestamente, la primera vez que tuve un novio para nada me lo esperaba. Llevaba seis meses en la secundaria cuando fui a una fiesta, ahí conocí a un chavito que después me invitó a salir por MSN. ¿Nada mal, verdad? Pues nada, resultó que salimos por un helado y yo, en tono de broma, le pregunté «¿qué somos?» (ojo, esto me lo saqué de alguna película o serie), él se quedó callado unos minutos, después me dijo «lo pensaré».
La semana siguiente, en la escuela, me preguntó a la hora del receso si quería ser su novia… mmm… acepté porque estaba de moda, y duré ahí cuatro años y pico. Sí, fue algo especial porque mis padres acababan de divorciarse, era una adolescente incomprendida huyendo de los problemas en casa y me refugié muchos años en ese noviazgo adolescente… pero nunca estuve realmente enamorada. Por supuesto le tenía mucho cariño, pero también la relación era muy inmadura, con mentiras y peleas absurdas. Agradezco los años de compañía mutua, pero amor no fue.
Cuento esto porque, como podrás darte cuenta, estuve desde los 13 hasta principios de los 17 siendo «novia» de alguien, lo cual no me dejó tiempo para experimentar y conocer más gente, aunque, como mencioné arriba, la relación de la secundaria era inestable, entonces como a los 15 conocí a este chico de mi clase de fotografía en la prepa.
Ahí sí, realmente me gustaba, pero también fue un affair inmaduro de preparatoria porque nunca fuimos nada, excepto por los coqueteos, el estira y afloja. Una ocasión él me besó, ¡teniendo novia! y ájale, ¡qué dramón!. Total que no lo sentí como enamoramiento o amor, sin embargo, mi ego ahí andaba feliz de tener atención y chisme para contar.
Aquí viene lo bueno, ya en el último año de prepa era oficialmente soltera, andaba volada de aquí para allá, saltando de fiesta en fiesta, pasándola bomba. Fue en 2013 cuando conocí a ese amor que tanto esperé, obviamente nuestra historia inició como de película. Lo vi, me gustó al instante, no le hablaba porque me daba pena, pero hacía de todo para verlo y hablar con él. Claro, seguí disfrutando mi soltería varios meses hasta que por fin me lancé a hablarle, empezamos a charlar por Facebook y luego en clases, entre clases, a la salida… un mes antes de mi cumpleaños 18 comenzamos a ser novios.
Fue una gran historia, sin embargo, al final las cosas tomaron un rumbo inesperado, por muchos factores. Honestamente, mi trastorno alimenticio fue parteaguas de casi todos los problemas, obvio, la anorexia es la punta del iceberg. Pero jamás olvidaré todo lo lindo que sentí, el inmenso amor que experimenté y toda la magia de los primeros años. Pasaron seis a número cerrado, aunque siendo sincera los últimos eran de ir y venir, nada estable, pero entre todo, muy agradecida por haber aprendido tanto, sentido tanto y contar con gratos recuerdos.
Así evolucionan las cosas, conoces a alguien, todo es maravilloso, las personas crecen, cambian y si no crecen parejas, terminan. Por otro lado, también reconozco que no hice las cosas fáciles, es difícil amar a otro cuando tu persona carece de respeto propio, es difícil querer dar todo para una generación sin nada.
Me quedo con haber sentido esas mariposas en el estómago, con la sonrisa al leer un mensaje, los detalles románticos y las citas de película. Además, de contar en mi haber con una persona excepcional que merece cumplir sus sueños, realizarse como persona y tener siempre todo el amor.
Ahora bien, mi historia no termina ahí, el tiempo no espera a nadie, mucho menos los veintitantos.
Una vez, fui querida por un chico que decía ser mi amigo, aunque después salió la verdad y lo cierto es, yo le gustaba. Total, fue alguien muy amable, éramos todos muy jóvenes, universitarios, cero inteligencia emocional, cometimos errores, pero agradezco los aprendizajes. Cometí muchos errores por esto, lastimé personas que en serio querían algo bonito conmigo, por algo pasan las cosas y por algo no, that’s life, créeme no me enorgullece la falta de responsabilidad afectiva que tuve. Además… nada.
No pretendo ofender a nadie con estas palabras, abro mi corazón de una manera honesta e intentando ser sumamente respetuosa con las personas que mencioné, desde mi percepción de las cosas, una percepción mucho más trabajada en terapia y sin ánimos de poner a competir las relaciones que he tenido, sólo quiero expresarlo, compartirlo, para que si has estado en alguna de las situaciones descritas, sepas una cosa, nada es estático y es normal. Las personas cambian, los sentimientos evolucionan, por ende las relaciones.
Finalmente, siempre vamos a estar en las dos caras de la moneda, es seguro. Nadie está obligado a querernos, pero sí a respetarnos y hablar con la verdad desde el principio. Deberíamos comprometernos para hacerlo, para hacer de este mundo social uno mejor, donde todos salgamos ganando. En unos años, escribiré la segunda parte de mi historia. Por ahora, let’s go to bed.