A cierto ritmo. Poco a poco, las piezas toman su lugar; al fin llegan nuevas oportunidades, cobran sentido los cambios del pasado.
Solía ser una persona impaciente. Cuando niña, todo lo conseguía rápido o mágicamente, eso me convirtió, por un lado, en una mujer muy segura de sí misma para obtener lo que quería, por otro, en una intolerante a la frustración.
Sin embargo, siempre tuve determinación, en tanto tener lo que deseaba. Luego, vino el mundo real, aquel no espera a nadie, avanza a su ritmo. A veces lento, a veces rápido, imperceptible o marcado. Entendí lo inaccesible de ciertas cosas, a menos que haya constancia; comprendí que, no todo, lo que quería sería mío, o quizá debía esperar más, trabajar más, hacer más.
Aprendí, sobretodo, paciencia, y que la vida (lo que sea que eso signifique) sabe bien dónde pone sus piezas, cuándo y cómo. Ahora sólo me dedico a lo mío, a mis objetivos sin idealizar. Se lee fácil, pero me tomó varios años poder decirlo así, sinceramente, apenas trabajo en esto, apenas veo sus frutos, apenas acepto y abrazo que, todo se acomoda, a su tiempo.