Vi The Mandalorian sin poder evitar proyectar mi relación con mi gato en Mando y Baby Yoda (Grogu, The Child, whatever). Tú los cuidas, pero ellos te salvan la vida.
Su presencia este 2020 me hizo más responsable de mí misma, para poder serlo con él, eso sin contar cuántas veces he sentido que «tiro la toalla» al creerme incapaz de darle lo que necesita (cuidados, atención, etc) y terminar abrazándolo, sintiéndome más fuerte.
Cada día es una lección aprendida, cada día es una nueva oportunidad para seguir construyendo y viviendo el presente. Verlo tranquilo es un logro absoluto; cuando viene hacia mí y se acurruca, percibo un gesto de cariño. Me basta, porque aunque me ignorara por completo (como suele hacerlo por las mañanas durante su baño de sol), su salud ya es mi satisfacción.
Quisiera una explicación psicológica o incluso psicomágica de esto. ¿Cómo puedo amarlo tanto? De esta manera sincera, sin esperar algo de él, sólo queriendo su bienestar, no pretendiendo cambiar su naturaleza felina; aceptando que un día se irá, sin que eso detenga mis ganas de darle lo mejor.
Cuando salgo, pasan las horas y sin dudarlo pienso en él, me pregunto si está bien, si ya habrá comido, no me quedó más del tiempo necesario para pasarla bien, porque tengo esa necesidad de reunirme con él para cuidarlo, acompañarlo. Por supuesto, sobrevivirá conmigo o sin mí, aunque ¿si puedo darle algo más que sólo estar sobreviviendo no es mejor?
Por otro lado, sabía mis objetivos, aunque solían desdibujarse cuando me distraía en trivialidades… sin embargo, su presencia diaria mantiene mis pies firmes sobre la tierra. ¡Qué extraño es el vínculo madre-hijo! ¿Sentiré todo esto porque, al no tener un hijo de mi especie, mi «cosa maternal» se volcó sobre él? Probablemente. ¿Lo veré como un reto o pretexto para actuar en función de mis metas? Quizá. Sinceramente no me importa, yo le llamo amor.
Gracias, gatito, me comprometí contigo, nada fácil. No todo es alegría: hay lágrimas, debo ceder, entender la falta de control y abrazar los cambios en mí misma si quiero nuestro bienestar, adaptarme a los tiempos, comprender tus procesos, el mío.
Gracias, gatito, gracias por estar a mi lado en este instante, disfrutando una siesta; por poner tus patitas en mi cara todas las mañanas, por acercarte cuando lloro y dejarme abrazarte o «escuchar» lo que para ti son sonidos.
Sé que su vida corporal será breve en comparación a la humana… duele aceptar la mañana que despierte y no esté conmigo, pero ¿para qué pensar en el final cuando mejor disfruto el paseo? Te amo, gatito. Gracias por existir.
P.D. Nunca leerás esto, lo sé. Quizá mis palabras te alcancen en una dimensión desconocida ignorada por mi estúpida especie capaz de crear, pero al mismo tiempo destruir. Espero, este es mi modo de agradecerte todo lo que me has dado.