Te había olvidado, como un niño se olvida de sus juguetes, que cuando los mira, de su corazón saca una cajita de recuerdos y siente, siente con inmensa alegría como si fuera la primera vez.
Tres años, tres hermosos años. Aquí te quedaste, con tus tomos y regaños, quedándote con los libros que alguna vez leí como míos.
Te extraño; pensé en ti cuando me preguntaron dónde habían estado mis ojos, abiertos, sin cansancio, cuando leer era un gusto sin rechazo.
Huelo las hojas viejas, siento la frialdad de tus amplios espacios, recuerdo las vistas a través del cristal, pienso, ¡cómo pienso!, ojalá hubiéramos conversado más.
Alguna vez, a eso de las 2 de la tarde, te viví como nunca antes. Subí con un muchacho, ya sabes cuál, subimos hasta el último piso buscando entre tus letras las palabras correctas, ¡ah!, ¡lo había guardado tan en lo profundo de mi alma!
Gracias, gracias y perdón, ojalá de nuevo volvamos a vernos.


