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Cosas que aprendí sobre el amor gracias a mi gato

Photo by Mikhail Vasilyev on Unsplash

He visto cientos de videos en TikTok donde abordan este tema para explicar por qué convivir con un gato (o varios) te enseña a amar, al contrario de los perrito(s) quienes enseñan a recibir amor.

Desde tiempos inmemorables -al menos los veintitantos que llevo en este planeta- he escuchado sobre la magnificencia de los gatos y su forma peculiar de ser. Aunque muchos los describen como «solitarios» o «independientes», otras personas son más condescendientes al llamarlos «frívolos», «traicioneros», «capaces de abandonarte», «indiferentes», etc. Sin embargo, estos comentarios lanzados al aire se basan en la comparativa inútil del felino vs. el mejor amigo del hombre… A los perritos se les considera leales, lo cual el humano considera es que «están siempre para ti, incluso cuando los tratas mal». ¡Vaya!, qué jodida idea de la lealtad y el amor incondicional (el mito del amor romántico).

No es sorpresa lo anterior, crecimos bajo este sistema de creencias, el cual nos señala que debemos aspirar cierto tipo de vínculo amoroso: sacrificado en el sentido que, dejes de lado todo por satisfacer al otro; incondicional refiriéndose a «aguantar todo, incluso cuando te dañe»; siempre disponible, como si el otro estuviera ahí solo para complacerte o, al revés, tú estar siempre disponible y, finalmente, co-dependiente.

El mito del amor romántico, a mi parecer, se sustenta en la herida del abandono o rechazo. No vayamos tan lejos, esa sensación de abandono la han experimentado muchas personas a lo largo de los siglos, porque en la infancia su padre, madre o cuidador no satisfacía algún tipo de necesidad física o emocional. Un ejemplo sencillo de entender podría ser: «no pasaron suficiente tiempo conmigo porque tenían que trabajar para poder cubrir las necesidades económicas de la familia, su presencia no era constante». Insisto, creo el amor romántico utópico alimenta la idea de ser salvados o completados, que una persona cubra todas nuestras necesidades, o sea, tiene un claro trasfondo psicológico.

Me salí del tema, en fin, pero quería explicitar que, los perros son seres maravillosos porque viven en el presente, como cualquier otra especie y el humano les ha adjudicado todo un valor simbólico porque tienen mucha energía y sentido de protección hacia los otros, pero OJO, merecen respeto por lo que son y no por lo que los humanos queremos que sean, es decir, hay que respetarlos, quererlos por existir y acompañarnos, no porque «resuelvan» alguna necesidad afectiva nuestra.

Pues resulta que, si queremos a cualquier ser vivo en tanto cubra las necesidades que no se nos cubrieron en la infancia y que no hemos aprendido a resolver por nuestra cuenta como adultos, cuando ese ser no cumpla la expectativa o necesidad, le quitaremos «el amor» y se volverá «un enemigo».

Lo anterior nos lleva directo al grano: los gatos, a diferencia de los perros, no son «nobles» (o sea, no hacen siempre lo que nosotros quisiéramos, ya que, nuevamente nuestra especie, adjudica la cualidad de noble a los perros que se portan de una manera específica o esperada, tal y como los súbditos fieles del monarca, que después recibían la títulos nobiliarios como reconocimiento de su fidelidad).

Así es, a los gatos no les interesa hacer lo que tú quieras o esperes de ellos. Los perros, debido al largo proceso de domesticación, han aprendido que necesitan del ser humano para sobrevivir, pues eso es la domesticación, cambiar el comportamiento, entorno y socialización de una especie para adaptarlas a vivir en las condiciones del animal humano, por ende, los perros saben que nos necesitan para «sobrevivir», de hecho, cada vez los vulneramos más.

Los gatos, por otro lado, fueron «domesticados» diferente, muchos conservan el instinto felino, esa chispa que los hace independientes del humano. Recordemos que cuando no nos sentimos necesitadas, nos sentimos rechazadas. He ahí la gran diferencia, y lo absurdo de nuestra especie. Le arrebatamos a los anymales su capacidad de valerse por sí mismos para hacerlos dependientes a nosotros y así evitar que nos dejen.

¿Entonces? Bueno, tengo esperanza porque todavía conozco gatos que conservan su forma. De ellos, del mío, he aprendido bastante. Es verdad, los gatos nos enseñan a amar, en la siguiente lista les cuento más.

  1. Un gato tiene las capacidades físicas de saltar, escabullirse, ver de noche, cazar para obtener su propio alimento. No se necesita un IQ alto para concluir a partir de los hechos: realmente no necesitan una persona, son independientes, pero aún así pueden desarrollar cariño, ¿no es lindo? El amor no debe sentirse desde la necesidad, eso es apego.
  2. Los gatos podrían irse de tu casa en cualquier momento, como las personas de tu vida. Eso no significa precisamente que te abandonaron, no hay que tomarlo personal, sólo se fueron y ya. Sin embargo, si continuan (los gatos) contigo, es porque les gusta tu compañía, al igual que una persona. ¡Y es lo padre! Aunque nadie tiene el deber de quedarse con nadie, el valor está cuando libremente decides compartir(te).
  3. Nadie como los felinos para enseñarnos a respetar (wow, qué difícil para nuestra especie es respetar, si durante miles de años hemos asumido y arrebatado todo por sentirnos superiores). Bueno, volviendo al tema, un michi nos enseña a respetar el tiempo y el espacio de los demás. ¿Por qué? Muy sencillo, al ser seres que se saben independientes, les gusta hacer sus propias cosas, ya sea echarse al sol dos horas o intentar atrapar una mosca en la pared, si tú, humano, vas a interrumpir su actividad o le tocas cuando está dormido, el gato mostrará su incomodidad y molestia. De esto, hay que aprender a no interferir en los espacios y tiempos personales de los demás, amar es saber que la otra persona es un individuo complejo con necesidad de espacio y tiempo para desarrollarse en cada ámbito de su vida, el amor es sentir felicidad por la realización del otro, por su paz, no debe condicionarse a que esa persona se mimetice con nosotros, ¡iug!
  4. Límites y consentimiento. Claro que sí. Amo cuando los gatos alzan su pata, sin sacar las uñas, para dar suaves zarpazos, es la representación perfecta. Por ejemplo, les infantes suelen tocar todo a su alrededor, pues están explorando, justamente, esa exploración deriva en saber donde sí, donde no, cuánto es tantito. He visto muchas la típica escena de la niña acercándose a una gata e intentando tocarle los bigotes (muy importantes para los felinos), entonces Doña Bigotes usa su suave pata para alejar la mano de la niña como diciendo «no, no me toques aquí», por ende, la niña entiende que no debe hacer eso o de lo contrario, Doña Bigotes usará su pata. Por otro lado, si Doña Bigotes va y frota su cabeza contra la pequeña, le estará diciendo «¡hey!, puedes tocarme» y entonces la niña aprenderá cuando sí, cuando el gato le permite (consentimiento). Si después, la niña se acerca y acaricia a Doña Bigotes por un rato, pero después la gata decide levantarse e irse, la niña aprenderá límites. El consentimiento y respeto a los límites de otros, no deberían hacernos sentir mal. Recibir un no por respuesta o un «hasta aquí» nos enseñan a valorar y disfrutar los «sí» y también establecer los propios, ¡ah y también ayudan a tolerar la frustración!
  5. Lenguajes del amor… ajá, representados por la interacción humana-gato. Todos los seres existentes nos desarrollamos a partir de las experiencias, éstas moldean actitudes, comportamientos y sistemas de creencias en la edad adulta. Si adoptamos un gato muy pequeño, aprenderá todo de nosotras, pero si lo adoptamos cuando es grande, ya habrá aprendido cómo sobrevivir y así se comportará. Algunos gatitos son muy cariñosos, se tallan en tu cuerpo con frecuencia; por ejemplo, si los acaricias, entonces ahí esta la amorosa interacción que alimenta el vínculo. En mi caso, el gato que vive conmigo es más de acompañar, tiempo de calidad le llaman. Cuando estoy trabajando, se sienta cerca de mí y me observa, luego duerme, cuando estoy en la sala platicando, se sienta en el sillón y me mira, a veces lo acaricio y se queja; si me voy, empieza a seguirme. Su forma de expresar y sentir amor es la compañía, yo por otro lado, necesito reafirmación de su parte, ¡me hace saber que soy su humana favorita porque me acompaña! Y ahí está, adaptamos nuestras necesidades para alimentar nuestro vínculo y crecerlo.
  6. Aceptación. ¡ES VERDAD! Una persona con auto-conocimiento entenderá su valor como individuo y una autoestima sólida, al menos lo suficiente para tener saber recibir el aprecio y reconocimiento de otros. Si tienes algún mishi contigo, sabrás que sólo pasó, cruzaron sus caminos y aprendieron a convivir cada uno con su forma de ser, ¡y se quieren! Al gato no le importará si te bañaste hoy o no, eso no determina si te quiere menos o más, seguirá la rutina; así como tú no andas por ahí diciendo «vaya, gato, ya se puso más esponjoso, no lo quiero», cero, se aceptan. El apego seguro así es, saber dar y recibir, es dejar de estar alerta por miedo a ser abandonado, rechazado, lastimado o traicionado, es echarse a ver TikToks con la seguridad de que al día siguiente, tu gato estará esperando que llenes su tazón de comida a las 7 a.m. y después, irá a tomar el sol, para finalmente, sentarse cerca de ti y ronronearte, tan solo porque así se dio, porque es la forma de amarse que tienen.

¡Caray! Las 2 a.m.

Por ahora, lo dejaré hasta aquí, me emociona pensar cuántas cosas más podré aprender conforme yo desarrollé la madurez para verlas. Es un viaje hermoso crecer, aprender y sanar, ¡vale cada ronroneo!

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