Hoy, como cada tercer domingo de junio, se llevaron acabo los posteos y celebraciones al padre. ¡Qué temón!, ¿no? El padre, el hombre, el patriarcado y la figura del padre ausente asimilada. Da gusto ver personas felices compartiendo palabras conmovedoras y fotografías de sus progenitores, sin duda, alivia mirar que, dentro de todo, algunos hombres cumplieron sus responsabilidades.
Pero… no, este texto no va de enjuiciar, porque a veces, existe otro discurso explicando por qué la ausencia también puede ser un acto de amor. En aras de resignificar, sanar y seguir.
Por eso, le escribí a mi papá lo siguiente.
Papá:
Aprendí que, cuando nos sabemos caóticos, lo mejor que podemos dar es nuestra ausencia.
Yo sé, de antemano, que me amas, pero no sabes cómo expresarlo. Por eso gracias, porque esa distancia me permite desenvolverme, ser y crecer.
Gracias por haberlo intentado, gracias por tener la intención de ser mejor cuando llegué a la vida. No siempre se puede, pero hoy estamos en paz con eso. Es valiente y amoroso no estar en la vida de alguien si sabes que lastimas.
Yo también te amo.
Cada acto discursivo implica responsabilidad, y quiero decirte que, esta carta busca ayudar a quienes no contaron con una figura sólida, o en absoluto, paterna. Sin embargo, todxs tenemos historias de vida únicas y hay violencias impermisibles.
Blog personal 