Aquí estoy, sentada en mi escritorio mientras el gato ronronea a mis pies. Pasaron ocho años desde el día que me atreví a compartir mis ideas, pensamientos y sentimientos en un sitio web. Esa decisión impulsiva, motivada por la desesperación universitaria, me trajo al hoy.

De un blog donde escribía sobre «cómo limpiar tus botas Dr. Martens» a realizar propuestas de campañas publicitarias, realmente me sorprende.
La única certeza de mi juventud era mi profesión. «Quiero escribir» le dije a mi novio de la preparatoria. ¡Lo logré!

Sin duda, viajaría al pasado para decirme que «todo estará bien, confía en ti». Tal cual, es el cliché más mencionado en los libros de autoayuda, pero después de años en terapia les aseguró que la confianza es uno de los pilares fundamentales del desarrollo personal, nada más que no explican cómo cultivarla.
Entonces, ocho años atrás, sola en la madrugada, sentada en la pequeña mesa de casa de mis abuelos, triste y con un diagnóstico psiquiátrico (anorexia nerviosa), abrir un blog me mantuvo cuerda. Gracias, literatura, gracias palabras mágicas y poderosas que siguen viajando por el cosmos, gracias escritura, gracias.