Quizás el tema del dinero resulta uno de los más satanizados. Pocas personas dicen abiertamente cuánto ganan, cuánto deben, cuánto quisieran tener en su cuenta. No les culpamos, es difícil, en especial porque nuestra cultura prohibe hablar de números, es mucho más del cómo se ve al cuánto tiene.
Sin embargo, algo que considero esencial para crecer como sociedad es la honestidad financiera, pues es el único camino para saber cómo ayudarnos.
Bueno, mucha palabrería, vayamos al grano. ¿Por qué me gusta colaborar con las personas que buscan oportunidades de desarrollo dentro del sistema? Simple, porque gracias a eso pude liberarme de mi propio purgatorio.
Ok, ok. Eso sonó dramático.
El punto es, ¿cómo llegué aquí?
Resulta que había una vez una pequeña niña que descubría el mundo… y desde muy temprano se volvió confuso. No nos importan los años pasados, más bien, qué hizo después.
Conforme crecí, todos saben la historia tétrica que se esconde sobre mi padre, o el incondicional amor que tengo hacia mi madre. Sin embargo, dentro del caos reconocí a una persona que me hacía sentir protegida, amada, respaldada. Era mi abuelo, quien murió inesperadamente -como si de una narrativa se tratara-, entonces decidí salirme de casa.
¿Cómo? Gracias a mi trabajo en una de las agencias más importantes del mundo.
Y aquí viene lo interesante querida lectora, lector o lectore. ¿Acaso obtuve ese empleo por azar, destino, divinidad o blanquitud?
No, de hecho, fue más revelador. Yo estudiaba el séptimo semestre de la licenciatura, mi profesor de Campañas Publicitarias me nominó para asistir a una entrevista en la agencia de publicidad digital donde él trabajaba (buscaban un/a trainee), fui… ¡me quedé después de mostrar una reseña del concierto de Blur del 2015 que subí a mi blog! También, en ese entonces, escribí para el proyecto de un compañero.
Vaya, mi primer empleo, mientras estudiaba. Era 2017… Debí creer en mí. Hoy lo reconozco… nací para escribir. Continuemos, trabajé unos meses, aprendí millones y conocí personas increíbles. Luego, 2018 llegó y decidí titularme por tesis, porque la vanidad me consumió y no quería pasar a la historia como aquella que se tituló por promedio… renuncié y ¡pum!, mandé mi CV y Book a una vacante que una profesora adjunta había compartido. Me llamaron para entrevista, me quedé y ese día conocí a una de mis mejores amigas, Yamille Montalvo.
Entré a los 22 años a trabajar a una de las agencias más grandes de México para llevar una de las marcas trasnacionales más importantes: Nissan. Recuerdo que mencioné mi situación escolar, y tuve la oportunidad de estudiar y trabajar, hice mi tesis, mantuve mi promedio, jamás me rendí por mal que me sintiera.
Quiero abrazar a esa Alejandra de 22-23 años, hizo tanto por nosotras, solo lo hacía, iba de aquí a allá, escribía, leía, hacía, presentaba, se desvelaba, reía, peloteaba. Salía de una enfermedad. La admiro tanto. Porque además pudo hacer amistades valiosísimas.
Ella entró a trabajar a otro lugar, a uno que le dio la maravillosa experiencia que la trajo hasta aquí. ¡Qué risa! Hablo de mí en tercera persona. Entré a McCann y jamás volví a ser la misma. Conocí a personas tan maravillosas, generosas, creativas, entregadas, conocí a Gaby y Santi, a Lumi, Ale y Farah, a Piero y Dianita.
A Rey, quien creyó en mí cuando yo no. A Daniela, que me dio su cariño, y quien me enseñó que no soy perfecta, si algún día lees esto, quiero que sepas que no hay día que no piense en ti.
Un día cumplí 24, luego 25, luego 26 y hoy tengo 27.
¿Lo haré? Por supuesto. Porque si no hubiera tenido la necesidad de irme del nido, no hubiera logrado la libertad que ahora tengo. Esa libertad que le deseo a todos.