Hace muchos, muchos años, creo iba en 5to o 6to de primaria, en Velódromo hubo una competencia. Me invitaron a correr… lo único que al parecer medio me salía (además de sacar 10). Era una carrera de relevos… AL PARECER CORRÍA. Fui… corrí… creo que fue mi abuelita, ¿o mamá? No sé.
Siempre fue así. Nadie aparecía en los momentos cruciales.
Me sentía tan sola antes de salir a correr. Alguien creyó en mí…, pero no quienes me importaban. Creo que ganamos el tercer lugar… yo corrí, hice lo que me dijeron aunque nadie estuviera ahí. Eso está vigente.
Hago lo que me digan, sin esperar algo.
Recuerdo Velódromo. Sus pastos. La pista. A mi profesor. El uniforme. No recuerdo ni una sensación de amor. GANAR.
Hoy es igual… ¿o no? Hoy tengo veinte años más. Si recuerdo algo es que las profesoras siempre creyeron en mí. Siempre alguna me dijo «lo lejos que llegaría»… ¿sabrían ellas con lo que mi mente lidia?
Si Dios quiere, afirma y afirmó mi abuela, Ale sobresaldría.
Ale ese día quería sentir que ganará o perdierá la amarían. Ale no recibió nada emocional.
Evidentemente, esta historia termina triste, pero se asemeja a la realidad de todas las personas que fuimos educadas en función de alguien más.
Una respuesta a “s-t-a-r-m-a-n”
Felicidades por tu presentación en la FCPyS, me hubiera encantado presenciarla. ¡Te admiro mucho, Alesota!
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